miércoles, 15 de abril de 2015

EL APARTAMENTO


Para mí es siempre una experiencia gratificante volver a ver una película clásica. Puedo fijarme en detalles que la primera vez pasaron de largo y disfrutar de nuevo de buen cine.



El Apartamento es una película intemporal y redonda, de las que ya no se hacen. Es curioso que alguna vez la hemos visto colocada en el apartado de comedias, pero nada más lejos. Lo que vamos a ver es la cruda realidad; y ¿ la cruda realidad es cómica? Bueno, digamos que a ratos, si no sería insufrible. La película, como la vida misma, es más bien tragicómica. Cuidado con ella, es material altamente inflamable, amigos.
 Nuestro antihéroe, C.C. Baxter, Buddy para los amigos, (Jack Lemmon) es un oficinista mediocre, gris e inseguro que se esfuerza cada día como un titán para caer bien a la gente, sobre todo a sus jefes. Quiere ser reconocido y ascender en su trabajo. Para ello presta su apartamento a capricho a una pléyade de jefecillos adúlteros que le prometen a cambio una mejora laboral. Una organizada agenda, que Buddy se vuelve loco en cuadrar cada mañana, se encarga de dar las citas y asignar las horas. Lo que Buddy no sabe es que con el préstamo de su apartamento también está alquilando su alma al diablo. El resultado del trueque es un mal negocio: la mejora laboral nunca llega y Buddy vive prácticamente en la calle. Su pequeño apartamento acaba convertido en una especie de burdel ocupado siempre por alguno de sus jefes con su respectivo ligue.
Lo que en principio se nos presenta como extravagante y disparatadamente cómico se va convirtiendo en una situación incómoda y amarga: una ácida crítica social. El director nos retrata a un personaje simpático que empatiza fácilmente con el espectador. Pero también a un individuo ruin que se arrodilla ante la codicia, el “trepismo”, la soledad, la prostitución y toda suerte de miserias humanas. Todo a cambio de un reconocimiento laboral. Y al fin llega el premio: un carguillo de jefe en un despacho en la planta alta.
Aun así, nuestro antihéroe es capaz de enamorarse de una encantadora chica, la Srta Fran Kubelik, ascensorista de la empresa que presta su cercanía y sonrisa a la variada chusma de oficinistas, subiéndoles y bajándoles de piso cada día, (metafórico a más no poder). “Solía vivir como Robinson Crusoe, naúfrago entre ocho millones de personas y entonces, un día, vi una huella en la arena y allí estabas” le dice Buddy a ella. Lo que el cándido Buddy no sabe todavía es que la simpática Srta Fran, que tiene fama de puritana, está enamorada del canalla del jefe, con el que mantiene encuentros en el apartamento de Buddy. Finalmente estos dos infelices se encuentran para recuperar su dignidad. Era necesario.
Los protagonistas de esta amarga sátira son perdedores y saben lo triste que es la vida cuando tú no eres el que lleva el control. El jefe nos lo recuerda:“Lo que has ganado en dos meses lo puedes perder en un segundo”. Ese es el mensaje, o vives tu vida o te la viven, o eres un Mensch o tienes la llave del baño de los jefes (condenado a ser siempre victima de los otros). Tú eliges.
Billy Wilder  nos deja una obra maestra con un guión maravilloso  y con el final más conmovedor que se haya visto. Hay escenas que se quedarán grabadas eternamente en nuestra retina, como la del recién enamorado Buddy colando spaguettis con una raqueta (improvisación de Lemmon, por cierto) o la de la srta. Fran Kubelik, preciosa Shirley Maclyne, mirándonos con esos grandes ojos tristes y esa inocente sonrisa. Y, para siempre, la personalización del mal bicho del jefe será el sr. Sheldrake (Fred MacMurray), genial en su papel. Como excelente es el trabajo de los actores secundarios, ese doctor Dreyfuss, ángel de la guarda que no entiende nada (cree que el pobre Buddy es un donjuan), pero ayuda y anima a nuestro Buddy cada día. 
Buddy entra en el juego sucio de la sociedad y negocia a pequeña escala con las múltiples miserias humanas. Pero su situación es débil, y esto hace que el espectador tienda a justificar su pícaro comportamiento: mera defensa propia ante los tiburones que le acechan. Por eso, y a pesar de todo, nos parece humano, demasiado humano y resulta difícil no empatizar con él. Al final se redime en un acto de gran dignidad que no revelaré para el que no haya visto aún la película.
Mi más sincero reconocimiento a Billy Wilder por regalar esta película a todos los buddys de este mundo, a los que nos esforzamos por salvar el tipo, a los que tiramos de nuestra existencia día a día, a los que nos rebelamos para no perder nuestra dignidad; que al fin y al cabo somos casi todos. ¿O no?
Gracias genio.

viernes, 3 de abril de 2015

LA VENUS DE LAS PIELES




Los seguidores de Roman Polanski somos parte de una secta, al igual que los de David Lynch, y aquí me tiene rendida de nuevo a sus pies. El joven de 80 años no decepciona. ¡Larga vida a Polanski! 

La película nos presenta a un autor teatral que está haciendo audiciones para encontrar a la protagonista de su obra: una adaptación libre de una novela del escritor austriaco Leopold Von Sacher-Masoch. Polanski se basa en un texto teatral de David Ives que presenta la novela que escribió el austriaco en el siglo XIX como un juego metaliterario.
La última candidata, que llega tarde, es una mujer en apariencia vulgar y ruidosa. Quiere que el director le de una oportunidad. Lleva un día horrible y es lo único bueno que puede pasarle. Consigue esa oportunidad al fin.  Y aquí empieza el prodigio: variando el tono de voz y mutando sus maneras vulgares en elegantes ademanes, todo se transmuta. Una tela de araña sofisticada y subyugante comienza a tejerse.


Se inicia entonces el triple juego: Polanski, Yves y Masoch, y entonces nos perdemos en un juego de espejos entre lo que es real y ficción, lo que es teatro y lo que es vida. Este sugerente baile de identidades ofrece la posibilidad de catarsis que da rienda suelta a los instintos más primitivos y los deseos mas inconfesables. Fetichismos, sadomasoquismo, transexualismo, oscuros objetos de deseo. A veces, satisfacer no es entregar lo que se desea, sino todo lo contrario.

Polanski vuelve a arremeter contra la intelectualidad burguesa y nos presenta como única fuerza de redención la sensualidad y el viaje interior a lo mas oscuro de nuestras pasiones, porque como Eurípides, él también aprendió muy pronto que Dionisos castiga a todos los que reniegan de él. ¿Quién nos dice que una bacante envuelta en una bufanda/pieles como una diosa no puede aparecer comiendo chicle y despeinada por la lluvia, impuntual a tu audición?

Emmanuelle Seigner en el papel de Vanda vuelve a hipnotizarnos: salvaje y erótica como una ménade, es capaz de dotar a su personaje de infinitos registros de gestos, miradas y voces. Y ella sola llena el espacio escénico encarnando a toda una diosa. Matthieu Amalric, como Thomas, nos sorprende también como perfecto alter ego de Polanski en una interpretación difícil y rica en matices. El escenario es un viejo teatro que con un trabajo de cuidada fotografía e iluminación, se va convirtiendo paulatinamente, según se van desnudando los personajes, en una atmósfera cada vez mas íntima. La ilusión es efectiva y nos colamos así, como indiscretos voyeurs, en intrigantes estancias. Alexandre Desplat contribuye con una música perfecta, por todo ello y mucho mas...¡Chapeau, señor director!

lunes, 9 de marzo de 2015

THE IMITATION GAME ( Descifrando Enigma)



Anoche tuve el placer de ver la película que me ha vuelto a traer por aquí, consiguió emocionarme, agitar mi mente y revolverme en el asiento, y pensé que necesitaba escribir sobre ella..

The Imitation Game narra la historia de Alan Turing (1912-1954), apoyándose en tres momentos de su vida: su adolescencia, su trabajo en Bletchley Park descifrando el código Enigma y los momentos previos a su muerte  a los 41 años.

Alan Turing, un genio matemático, criptógrafo, precursor del lenguaje de las computadoras, logró descifrar el código Enigma, sistema de comunicación criptada utilizado por los alemanes en la segunda guerra mundial. Este hecho logró acortar la guerra y evitar millones de victimas más. Creo que las consecuencias de su descubrimiento son lo suficientemente importantes para que todo el mundo le conociese. Tras ver la película sé porque no fue así.

La película nos acerca a una persona de carácter lógico, racional y brillante; pero también tímido, solitario y atormentado. Alan no se maneja bien en nuestro lenguaje convencional, se le queda corto, todo es más complejo de lo que parece, le hace falta completarlo porque si no, él no encuentra su sitio. Comete ese pecado, imperdonable, de ser diferente, pensar diferente, sentir diferente y esto es peligroso. La historia nos ha enseñado desde la Antigüedad que el pago por ello es el destierro o la muerte.
Alan Turing sentía pasión por lo que hacía,  no se lo perdonaron y de hecho durante cincuenta años su hazaña fue materia reservada y nadie pudo saber de su épica aventura.

Turing consiguió interceptar los mensajes de guerra entre los alemanes, precipitando así el fin de la contienda. Y de paso, puso la semilla imprescindible para el desarrollo de la técnica computacional tan presente en nuestros días. Pero la masa mediocre y acomplejada corta las alas de los que osan alzar el vuelo mientras ella misma se hunde en el barro. Le investigaron, y le encontraron su talón de Aquiles: su condición homosexual.

Primero intentaron acusarle de espionaje y por último, tras un robo en su casa, la Inglaterra puritana de 1952, nada menos, desvela su opción sexual. Todavía la homosexualidad era un delito y le condenaron a castración química . Le mutilaron como ser humano. Alan Turing muerde una manzana impregnada en cianuro y se suicida. ¿Su pecado?, el de siempre, probar el fruto prohibido del conocimiento sin previo permiso ¡Ave Ciencia!. Una vez leí que la civilización con sus avances científicos la hacen los genios, la disfrutan los mediocres y la destruyen los infames.
Menos mal que los genios son persistentes hasta la muerte.

En Diciembre de 2013 la reina Isabel II le concedió un indulto póstumo. Turing llevaba décadas muerto.

Dirigida por Morten Tyldum (“Headhunters”)  de forma magnífica, el guión es ágil y me mantuvo atenta los 114 minutos. Buena fotografía, música y ambientación. Pero lo mejor de todo, la interpretación que Benedict Cumberbatch  hace de Alan Turing: soberbia, magistral, merecedora de un Oscar. También Keira Knightley me sorprende gratamente esta vez, además del resto de reparto, destacando Mathew Goode, como siempre, por su picardía y elegancia. 

En fin, película altamente recomendable para raros e inadaptados, pero interesante para cualquier alma inquieta.

Por cierto, el famoso logo de Apple es un sutil tributo póstumo a este genio visionario.


“A veces, la persona que nadie imagina capaz de nada, es la que hace cosas que nadie imagina”

domingo, 29 de junio de 2014

LAS DOS CARAS DE ENERO


 
El título nos trae el mito de Jano. Cuando el dios Saturno fue destronado y expulsado por su hijo Júpiter de su lugar en el mundo de los dioses, se refugió en el reino de Jano y, en agradecimiento, convirtió a Jano en un dios. Le concedió el poder de ver el futuro y el pasado al mismo tiempo y así tomar decisiones sabias y justas (se le representa con dos caras). El reinado de Jano pasó de ser caótico a convertirse en civilización.

Una nueva adaptación al cine de una novela de Patricia Highsmith. La cantera es buena y el director iraní Hossein Amini extrae el material para darnos una película redonda en todos los sentidos. La duración es perfecta, noventa y seis minutos, no hace falta más. Cine clásico sin paja ni explicaciones para espectadores tontos. Este director ya nos deleitó como guionista en “Drive”, una joya de western moderno.

Un pícaro estafador de poca monta malvive de pequeñas trampas a las turistas mientras hace de guía en Atenas hasta que conoce a un matrimonio  y se siente atraído por él, efecto que también produce en la pareja. Se forma entonces un triángulo de relación donde el pasado de los dos personajes masculinos van creando un futuro amenazador que les hace dependientes, lo quieran o no. El ritmo de la película es envolvente, no es trepidante (no lo necesita), y el espectador queda atrapado como en una tela de araña desde el primer minuto.

Thriller de suspense de corte clásico en el que todo sigue engarzándose, incluso después de salir de la sala. La película es elegante y sobria. Es destacable la evolución psicológica de sus personajes, siempre sugerida, en torno a ese eterno concepto de “enterrar” al padre, que es el verdadero nudo de los acontecimientos. Aun así, todo está envuelto en un precioso lenguaje simbólico y una constante reflexión moral.


Viggo Mortensen (Chester) está perfecto, elegante y convincente en su papel de rico sofisticado, resiste toda la película con su traje claro de lino y no deja de estar atractivo ni por un segundo. Kirsten Dunst (Colette) no me convence y es una pena, porque es un buen papel pero no está a la altura, la actriz Carey Mulligan, por ejemplo, hubiera mostrado mejor esa sensualidad inocente pero venenosa. Oscar Isaac (Rydel) tiene una mirada que habla. Personaje enigmático, salvaje e irresistible. Tiene mucha fuerza y seguro que un futuro como actor prometedor. Me gusta.

El marco donde se desarrolla es bellísimo, unas localizaciones perfectas, una fotografía cálida, con esa luz del mediterráneo que acaricia los sentidos. La música de Alberto Iglesias ayuda a  lograr esa atmósfera hitchcockiana que lo envuelve todo.
Ahora solo tengo ganas de leerme la novela de Highsmith y profundizar un poco más en todo lo que insinúan eso ojos negros de Rydel.....













lunes, 16 de junio de 2014

AMOR





Es bonita.

¿El qué?






-La vida. Es tan larga.

Enmanuelle Riva (genial actiz) hojea un álbum de fotos antiguas. A su lado, Jean Louis Trintignant (genial actor) acaba el almuerzo. Ella extrae de los cajones de su memoria lo que quizá un día dejó. Algunos recuerdos han desaparecido, otros se han transformado y los últimos aún permanecen intactos desde el día que se colocaron con cuidado en el fondo. Sea como sea, lo que sigue inmutable son las cajas como el espacio y recuerdo de lo vivido; como la constancia de una vida que, de repente, se desvanece en un ridículo ritual de sufrimiento y pañales sucios. Probablemente una vida digna merece una muerte a su altura.

Y entre tanto lirismo de saldo, la cámara se mantiene firme en una conversación de tres líneas. No hay más. Ni un gramo de retórica. No hace falta. Michael Haneke vuelve a sorprender en 'Amour' con una de esas películas condenadas a quedarse tatuada en la retina. En un piso de París, una pareja de ancianos se enfrenta a todo lo que acompaña a la vejez. Que no es exactamente la férrea constancia de la muerte, sino, tal vez, la humillación de la pérdida.

De nuevo, la estrategia del director consiste en presentar cada acción de frente, sin trampas, sin excusas, sin dejar que el espectador se acomode un sólo segundo en la impostura del melodrama; en la impudicia de la lágrima. Y, pese a ello, pese a la aparente frialdad, cada segundo de metraje conmueve. Conmociona y arrasa.

Cuenta Haneke que está contento de haber rodado una película "simple". "Nunca escribo para probar nada", continúa. "Simplemente, cuando se llega a cierta edad, es inevitable tener una experiencia cercana del sufrimiento. Eso es lo que quería mostrar. Y para ello, me bastaba una habitación. Estamos cansados de ver hospitales". Y eso es la cinta: dos ancianos solos en la inmesidad de su soledad. Pero soledad compartida. Basta.

El cine de Haneke, de hecho, vive dedicado a rastrear el delicado mecanismo del horror cotidiano por próximo. La fauna que habita sus películas son seres aquejados de una rara y muy común enfermedad: la cercanía, la normalidad. De hecho, cada uno de sus trabajos obedece a una extraña ceremonia de identificación: la mimetización del espectador con lo que ocurre en la pantalla. Perturba, porque la víctima siempre está demasiado cerca.
Pero no sólo eso, desde 'Funny games' a 'La cinta blanca' pasando por 'El séptimo continente', 'Caché' o 'El vídeo de Benny', cada película se ofrece como una perfecta disección de todo aquello que nos hace vulnerables y, por tanto, humanos. Y ello sin permitirse una sola concesión a los gestos aprendidos o los recursos de tramoyista. Nunca, para entendernos, el espectador es tratado de idiota.

Dignidad

Así ocurre de la misma manera en este pieza, entre la bomba de relojería y el reloj de precisión, llamada 'Amour' (que es como los franceses llaman al amor, que no al queso). El espectador es colocado frente a un espejo. Y allí, la carne vive el castigo de la decrepitud con una proximidad lacerante de miradas perdidas. El cuerpo de Emmanuelle Riva se deteriora y con él, la dignidad de una vida entera.

La de cualquiera. Una vida quizá bonita, quizá larga.

La cámara del director se mantiene, pudorosa y desafiante, a la altura de los ojos para dejar que sea la mirada (la del espectador y la del actor) la que escriba su propia historia. No hay drama. El drama mancha de cosas tan pringosas como las excusas; las excusas para emocionarse. La emoción, la de verdad, surge desnuda en cada fotograma esculpido con una simétrica perfección.

Decir que la película trata de la muerte sería reducirla a la última línea. Afirmar que trata 'el espinoso asunto' (como dicen en el telediario) de la eutanasia se antoja de una simplicidad que asusta. Para ser justos, 'Amour' sólo habla de una cosa: de la vida (larga y bonita) y, de su mano, de la dignidad que debería presidir su fin, la muerte. Todo resulta tan contundente, tan brutal, tan limpio, que duele. El cine de Haneke duele. Y es de esa sensación, de la del dolor, de la que extrae la constancia de su actualidad.


Duele lo que importa.


Y al final queda la emoción; la emoción de una conversación de tres líneas; tres líneas en las que cabe el mundo.

lunes, 21 de abril de 2014

RUBY SPARKS

De repente llega esta película y como la lluvia fina me cala sin darme cuenta y me sorprende por fresca y vivificante.
Es un cuentecito fantástico, donde un chico, Calvin, con problemas para encontrar a su chica ideal y para encontrar tema para su siguiente novela, se topa, de repente, con su chica ¿ideal? que a la vez va a ser su musa (Ruby), ella llega sin avisar y descoloca toda su realidad..
Calvin: "ella vino a mí inesperadamente, yo solo tuve la suerte de estar ahí para atraparla"

¿Por qué no podemos dejar de desear y nos frustramos cuando lo deseado no corresponde con lo que se desvela delante de nosotros? Podría ser porque una cosa es lo que idealizamos y deseamos y otra cosa es la realidad que vivimos...pero ¿y si una cosa no es tan distinta de la otra y es la segunda la que verdaderamente nos hipnotiza?¿y si solo tenemos que limpiarnos las gafas?
Calvin cree poder controlar y hacer a su voluntad a la chica que conoce porque cree que la crea, pero...¡¡¡Oh sorpresa-error!!!el amor no se puede controlar y cuánto más queremos intervenir en ello, peor. No hay nada de racional en el enamoramiento, los tópicos, lo cotidiano, lo práctico, lo ponemos nosotros, el amor es magia y en la magia no hay lógica ni razonamiento, o te bañas de ella o sale corriendo....
Soñamos con ser creadores-intervencionistas, también en esto, en las relaciones personales y terminamos sabiendo que queremos al otro como es o el otro se va....
Calvin: “lo siento por cada palabra que escribí para cambiarte. No pude verte cuando estabas ahí y ahora que te has ido, te veo en todas partes”

La pareja protagonista, Calvin y Ruby , no se parece en nada pero se salvan mutuamente de la gris cotidianidad, buscan sorprenderse para no caer en lo fácil porque lo fácil es lo que mata la magia.
Ruby: Soy un desastre
Calvin: Me encanta tu desastre

Los actores protagonistas Paul Dano (Calvin) y Zoe Kazan (Ruby) son maravillosos, él me encandiló con su mirada soñadora y su aire despistado y ella, tan chispeante y con esos ojitos azules que atraviesan a quien miran.
El guión de Zoe Kazan, la protagonista, está escrito con frescura y encanto y los directores, Jonathan Dayton y Valerie Faris, que ya nos sorprendieron con Pequeña miss Sunshine, vuelven a hacerlo con esta delicia de comedia romántica, dejándonos uno de los finales más bonitos que últimamente haya visto, prometo no contártelo....


domingo, 23 de marzo de 2014

HER



Theodore está solo. Como todos y cada uno de nosotros. Theodore se dedica profesionalmente a escribir cartas a mano por encargo (curiosa metáfora), cartas preciosas, llenas de sentimiento porque es sensible y solo tiene que dar rienda suelta a su rico mundo interior. Acaba de pasar por una ruptura que le ha dejado deshecho, pero sin saberlo él mismo, esto le deja abierto en canal, expuesto, poroso, más sensible aun. Entonces busca a Samantha y la encuentra en un sistema operativo inteligente, una Hal, una replicante (Blade Runner) con autonomía reflexiva, y entablan una relación. Se conocen, se enamoran, se ríen, se cuentan todo, hacen el amor en la pantalla negra más sexy del cine que he visto. ¿Hay algún problema?, ¿qué ella no es real?, ¿y qué es real?

En el fondo, nos enamoramos de una proyección, la imagen del otro la autocopiamos en nuestra imagen deseada y nos unimos, incluso nos casamos. Y cuando “ella” o “él” insiste en ser su propia persona, en ser “el real”, nos sorprendemos y conmocionamos. La persona ideal ha cambiado de repente en una común, y “ella” o “él” se sienten decepcionados también. Este es el escenario. Arranco un fragmento de la película, lo narra Amy, la amiga-confidente del protagonista que también acaba de separarse:

AMY: “Después de ocho años todo se acabó por culpa de una discusión ridícula, llegué cansada de trabajar y me quité los zapatos para tumbarme en el sofá. Él insistió en que los colocara en su sitio. Yo le dije que solo quería tumbarme y no colocar los putos zapatos. Él me dijo que intentaba crear hogar. Yo le dije que me iba a la cama y que ya no quería estar casada.”

Her habla de la soledad, del anhelo de felicidad, de la búsqueda personal, de las pérdidas y del deseo. Spike Jonze nos muestra de manera genial que el amor es aquello que quiere completar nuestro yo individual para generar una ilusión de completud. Es una reflexión sobre la conciencia individual y la colectiva, la posibilidad de aprender, de alcanzar algún tipo de sabiduría que nos acerque a la felicidad. También en esto el sistema operativo Samantha nos supera. Samantha va aprendiendo, madurando con autonomía reflexiva. Él solo la ve a ella, ella ve el mundo a través de él (escenas de la playa, del metro...) y llega a un grado de autoconciencia muy superior al de la mente humana.¿Puede una inteligencia artificial ser auto-consciente?,¿llegará el día en que un robot adquiera mayor auto-conocimiento que nosotros mismos?

Samantha aprende, busca, incluso conoce a Allen Watts, que actúa de Hermes como psico-pompa, llevando el alma (Samantha es un sistema desencarnado) al grado más alto de conocimiento. Pero Samantha le deja a Theodore un último regalo: el contacto con Watts para cuando llegue su momento, la comprensión del conflicto personal con su ex mujer y éste poema y diálogo de despedida que un día Theodore entenderá:

           SAMANTHA: “-Es como si estuviera leyendo un libro y es un libro que amo profundamente. Pero ahora lo leo muy lentamente. Así que las palabras están muy separadas y el espacio entre las palabras es casi infinito. Aún puedo sentirte a ti y a las palabras de nuestra historia. Pero es en este espacio infinito entre las palabras me estoy encontrando a mí misma. Es un lugar que no existe en el plano físico. Es donde está todo lo demás que ni siquiera sabía que existía...(...)

S.-Sin importar cuanto lo quiera, ya no puedo vivir en tu libro.
T-¿Adónde iras?
S-Sería difícil de explicar. Pero si alguna vez llegas ahí ven a buscarme. Nada nos separaría jamás.
T-Jamás he amado a alguien de la forma que te amo a ti.
S-Yo tampoco. Ahora ya lo sabemos.”
Her es una película increíble, una obra maestra. Joaquín Phoenix (Theodore) me gusta siempre pero aquí más que nunca, la música es maravillosa, escucha “Moon Song” y siente como te acaricia, la fotografía es cálida, dulce, cada imagen es envolvente. La voz de Scarlett Johansson como Samantha, es sugerente, chispeante y llena la película también. Spike Jonze nos regala esta película-poema que no olvidaremos fácilmente.