El título nos trae el
mito de Jano. Cuando el dios Saturno fue destronado y expulsado por su hijo
Júpiter de su lugar en el mundo de los dioses, se refugió en el reino de Jano
y, en agradecimiento, convirtió a Jano en un dios. Le concedió el poder de ver
el futuro y el pasado al mismo tiempo y así tomar decisiones sabias y justas
(se le representa con dos caras). El reinado de Jano pasó de ser caótico a
convertirse en civilización.
Una nueva adaptación al cine de una novela de Patricia Highsmith. La cantera es buena y el director iraní Hossein Amini extrae el material para darnos una película redonda en todos los sentidos. La duración es perfecta, noventa y seis minutos, no hace falta más. Cine clásico sin paja ni explicaciones para espectadores tontos. Este director ya nos deleitó como guionista en “Drive”, una joya de western moderno.
Un pícaro estafador de
poca monta malvive de pequeñas trampas a las turistas mientras hace de guía en
Atenas hasta que conoce a un matrimonio y se siente atraído por él,
efecto que también produce en la pareja. Se forma entonces un triángulo de
relación donde el pasado de los dos personajes masculinos van creando un futuro
amenazador que les hace dependientes, lo quieran o no. El ritmo de la película
es envolvente, no es trepidante (no lo necesita), y el espectador queda
atrapado como en una tela de araña desde el primer minuto.
Thriller
de suspense de corte clásico en el que todo sigue engarzándose, incluso después
de salir de la sala. La película es elegante y sobria. Es destacable la
evolución psicológica de sus personajes, siempre sugerida, en torno a ese
eterno concepto de “enterrar” al padre, que es el verdadero nudo de los acontecimientos.
Aun así, todo está envuelto en un precioso lenguaje simbólico y una constante
reflexión moral.
Viggo Mortensen (Chester)
está perfecto, elegante y convincente en su papel de rico sofisticado, resiste
toda la película con su traje claro de lino y no deja de estar atractivo ni por
un segundo. Kirsten Dunst (Colette) no me convence y es una pena, porque es un
buen papel pero no está a la altura, la actriz Carey Mulligan, por ejemplo,
hubiera mostrado mejor esa sensualidad inocente pero venenosa. Oscar Isaac
(Rydel) tiene una mirada que habla. Personaje enigmático, salvaje e
irresistible. Tiene mucha fuerza y seguro que un futuro como actor prometedor.
Me gusta.
El marco donde se desarrolla es bellísimo, unas localizaciones perfectas, una fotografía cálida, con esa luz del mediterráneo que acaricia los sentidos. La música de Alberto Iglesias ayuda a lograr esa atmósfera hitchcockiana que lo envuelve todo.
Ahora solo tengo ganas de
leerme la novela de Highsmith y profundizar un poco más en todo lo que insinúan
eso ojos negros de Rydel.....

