Anoche tuve el placer de
ver la película que me ha vuelto a traer por aquí, consiguió emocionarme,
agitar mi mente y revolverme en el asiento, y pensé que necesitaba escribir
sobre ella..
The Imitation Game
narra la historia de Alan Turing (1912-1954), apoyándose en tres momentos de su
vida: su adolescencia, su trabajo en Bletchley Park descifrando el código
Enigma y los momentos previos a su muerte
a los 41 años.
Alan Turing, un genio
matemático, criptógrafo, precursor del lenguaje de las computadoras, logró
descifrar el código Enigma, sistema de comunicación criptada utilizado por los
alemanes en la segunda guerra mundial. Este hecho logró acortar la guerra y
evitar millones de victimas más. Creo que las consecuencias de su
descubrimiento son lo suficientemente importantes para que todo el mundo le
conociese. Tras ver la película sé porque no fue así.
La película nos acerca a
una persona de carácter lógico, racional y brillante; pero también tímido,
solitario y atormentado. Alan no se maneja bien en nuestro lenguaje
convencional, se le queda corto, todo es más complejo de lo que parece, le hace
falta completarlo porque si no, él no encuentra su sitio. Comete ese pecado,
imperdonable, de ser diferente, pensar diferente, sentir diferente y esto es
peligroso. La historia nos ha enseñado desde la Antigüedad que el pago por ello
es el destierro o la muerte.
Alan Turing sentía pasión
por lo que hacía, no se lo perdonaron y
de hecho durante cincuenta años su hazaña fue materia reservada y nadie pudo
saber de su épica aventura.
Turing consiguió
interceptar los mensajes de guerra entre los alemanes, precipitando así el fin
de la contienda. Y de paso, puso la semilla imprescindible para el desarrollo
de la técnica computacional tan presente en nuestros días. Pero la masa
mediocre y acomplejada corta las alas de los que osan alzar el vuelo mientras
ella misma se hunde en el barro. Le investigaron, y le encontraron su talón de
Aquiles: su condición homosexual.
Primero intentaron
acusarle de espionaje y por último, tras un robo en su casa, la Inglaterra
puritana de 1952, nada menos, desvela su opción sexual. Todavía la
homosexualidad era un delito y le condenaron a castración química . Le
mutilaron como ser humano. Alan Turing muerde una manzana impregnada en cianuro
y se suicida. ¿Su pecado?, el de siempre, probar el fruto prohibido del
conocimiento sin previo permiso ¡Ave Ciencia!. Una vez leí que la civilización
con sus avances científicos la hacen los genios, la disfrutan los mediocres y
la destruyen los infames.
Menos mal que los genios son persistentes hasta la
muerte.
En Diciembre de 2013 la
reina Isabel II le concedió un indulto póstumo. Turing llevaba décadas muerto.
Dirigida por Morten
Tyldum (“Headhunters”) de forma
magnífica, el guión es ágil y me mantuvo atenta los 114 minutos. Buena
fotografía, música y ambientación. Pero lo mejor de todo, la interpretación que
Benedict Cumberbatch hace de Alan
Turing: soberbia, magistral, merecedora de un Oscar. También Keira Knightley me
sorprende gratamente esta vez, además del resto de reparto, destacando Mathew
Goode, como siempre, por su picardía y elegancia. En fin, película altamente recomendable para raros e inadaptados, pero interesante para cualquier alma inquieta.
Por cierto, el famoso
logo de Apple es un sutil tributo póstumo a este genio visionario.
“A veces, la persona que
nadie imagina capaz de nada, es la que hace cosas que nadie imagina”