Y al hilo de la película anteriormente comentada me viene a la cabeza ésta otra....
En el amor muchas veces no hacen falta palabras, es más,
sobran. Los gestos, las miradas, pueden ser infinitamente más poderosos que el
más elaborado discurso. La pasión es inexplicable porque, a menudo, ni siquiera
nosotros mismos estamos seguros de por qué sentimos una atracción irrefrenable
hacia la otra persona, por qué no podemos dejar de pensar en alguien que, de
repente, entra en nuestras vidas, trastocando todo nuestro universo, poniendo
nuestro mundo patas arriba.
¡Ay, el amor!.... Incluso cuando, después de una serie de fracasos amorosos, intentamos aislarnos de su influencia, en el momento más inoportuno, vuelve a tirar nuestros planes por tierra, sin que podamos hacer nada para evitarlo.
Sin embargo, ¿qué ocurriría si nuestro corazón, si nuestra alma se congelara? Puede que, ante múltiples desavenencias, ante miles de sinsabores, blindáramos nuestros sentimientos hasta el punto de convertirnos en autómatas, evitando cualquier sufrimiento amoroso, huyendo del dolor, pero también de cuanta alegría, magia y belleza puede traernos la pasión, con su salvaje anarquía, con su refrescante espontaneidad.
De todo ello, y de muchas cosas más, trata "Un corazón en invierno" ("Un coeur en hiver", 1992), una hermosa película dirigida por Claude Sautet, un director que me gusta, porque es sencillo y sabe tocar el alma del espectador. Gracias a eso consigue capturar como pocos, la esencia de la vida real. Sus películas transmiten sinceridad y todo lo que en ellas se cuenta es de una asombrosa naturalidad.
"Un corazón en invierno" es un cuento simple, un relato de amores frustrados, de frases a medio acabar, de romances que nunca verán la luz, triste como cualquiera de esas historias amorosas que no fructificaron, pero que perduran en nuestros recuerdos y, en cualquier momento, por la más pequeña tontería, por una imagen que surge en un instante de lucidez, o por el reencuentro con ese lugar del pasado que vuelve a nuestro presente.
A través de los dos personajes protagonistas, a los que dan vida un sobrio Daniel Auteil y la magnética Emmanuelle Beart, Sautet compone una sinfonía de sentimientos, de gran delicadeza y sensibilidad, un mapa del corazón humano, mostrando cómo el amor lo vuelve todo del revés y, al mismo tiempo, valorando la importancia de aprovechar el momento, de no escudarnos en nuestra comodidad habitual, y no traicionar a nuestro corazón cosa que, por desgracia, ocurre más de lo que nos gusta reconocer.
Los dos protagonistas del drama son, en principio, antagónicos: Stéphane, un hombre de corazón frío, enigmático, posiblemente de pasado torturado, aunque él lo niegue, representa una de las caras más amargas de la comodidad. Todo en su vida está en su sitio, vive en una soledad absoluta, nadie ha conseguido penetrar en su alma, cerrada con una cerradura imposible de abrir.
Camille, una joven artista, romántica e impulsiva, por el contrario, representa el lado más pasional del ser humano, no le importa que su mundo sea sacudido por un huracán, romper con todo, si con ello está con el hombre que ama, un tipo extraño y gélido, a los ojos de los demás, que la atrae hasta el delirio.
Ellos son los hilos conductores de una historia que conmueve y engancha desde el primer momento, una crónica de amor fracasado, de frases a medio pronunciar, de cobardía y de conformismo vital. En esta película contemplamos la vida en estado puro, el romance imperfecto, repleto de dificultades, de dudas, de dilemas...
No es un relato de grandes sorpresas ésta, a diferencia con la anterior. Es una película de emociones, de sentimientos, en la que la cámara penetra hasta lo más profundo de los pensamientos de los individuos, sin demasiadas palabras, sin circunloquios innecesarios pues, como ya dije, los silencios, las miradas, pueden ser más poderosos, que el más complejo de los diálogos.
Una película más que recomendable para todo el mundo, haya estado enamorado o no, para todo el que esté interesado en emocionarse y enriquecer el alma con algo tan real y tan puro, que no se suele ver todos los días.
Seguro que no os dejará indiferentes.

Enhorabuena por tu rincón de cine .
ResponderEliminarMuchas gracias Rafael,
Eliminarun saludo
Los seres humanos buscamos el placer y tendemos a huir del dolor , pero cuando la ración de dolor supera lo soportable tendemos a congelar nuestra alma y a no fiarnos de los demás por miedo a ser dañado de nuevo y sobre todo si se tienen ya unos años y miras la vida en perspectiva ves que todo ha sido tejido como un plan que se te escapa el sentido , pero cada persona tiene su pequeño plan lleno de pequeños milagros ..
ResponderEliminarEstoy de acuerdo contigo, aunque no hay nada peor que congelar el alma y meterse en el caparazón, porque entonces no pasa nada, ni para mal ni para bien, y como bien dices siempre hay pequeños milagros que nos mantienen vivos. Lo que no te mata te hace más fuerte nos decía nuestro amigo Nietzsche,
Eliminarun saludo
Debo confesar que no conocia la pelicula pero tras leer tu reseña me parece que no puedo perdermerla
ResponderEliminarademas esos actores me gustan mucho y tambien el tema que trata la pelicula melancolica y nostalgica por lo que entiendo
En realidad tiene muchos puntos en contacto con la anterior película que comentaste: individuo solitario,huraño casi, con miedo a exponer sus sentimientos y situación en la que se ve obligado a hacerlo. Es un tema muy interesante
Felicidades por tu entrada
Un saludo
Gracias Juanjo,
ResponderEliminares un tema muy interesante, el luthier que sabe crear los instrumentos más bellos, los tiene en sus manos, salen de sus manos, pero que no puede o no quiere tocarlos........miedo a sufrir, temor a perder,¿¿¿???
un saludo
Me gusta tu blog. Sigue así. Saludos
ResponderEliminarHace mucho que no te oigo,
Eliminarun saludo
Gracias José Luis, duda resuelta y felicidades!!!
ResponderEliminarHola Mar, enhorabuena por tu blog, sere tu fan n. 1. Me encanta el cine y tus propuestas me parecen estupendas. Besos Auro
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